Saiti me gusta tanto y me provoca sensaciones tan buenas que nueve meses después de la primera vez que cené allí, nació mi hijo. Así que, el mocoso de dos años que me hace pasar sueño a cambio de felicidad absoluta es un poco culpa de la cocina de Saiti. Vuelvo después de un tiempo a probar la carta de verano y Vicente Patiño y su equipo me conquistan de nuevo. Como sigan así, corro el riesgo de terminar con familia numerosa.
El verano también acababa de empezar la primera vez que estuve, así que el calor, la sed, los días largos y las noches eternas eran parecidos a los de hace tres años. Desde entonces, cada vez que he vuelto, he salido de allí con la satisfecha sensación de que en Saiti todo encaja. Esta vez, Patiño y Luis (el segundo de a bordo) han compuesto una deliciosa oda al verano, pero en lugar de versos han mezclado ingredientes hasta dar con sabores sin los que no se entenderían los meses estivales. Productos de temporada y de proximidad como el tomate, la gamba roja, la raya del Mediterráneo, el cacao del collaret o los albaricoques. Sabores que nos transportan al mar, al dulce vaivén del viaje y a la infancia. ¿Qué es si no el verano?
Esa hoja de albahaca rebozada con que se inicia este discurso veraniego, delicada, etérea y sorprendente, me anuncia que una vez más voy a caer rendida a los siguientes nueve platos con que el restaurante anuncia el solsticio del 21 de junio. La propuesta de verano de Saiti es una maravilla, pero hay dos platos en los que sigo pensado muchos después de que se acabe el postre. Uno es la ostra con pesto de tomates secos y ají. Para mí la ostra es uno de los sabores más perfectos que la naturaleza ha dado. No me gusta aliñarlo ni enmascararlo con salsas o cualquier otra distracción que me aleje de ese trago a mar, pero a este molusco no le sobra nada, más bien mejora la carne salina del bivalvo. El otro plato el maki de ternera guisada, romescu y mahonesa de anchoas, una intensa sacudida de sabor con la que cierra el menú antes de pasar a los dulces.
Y así, en cuanto la última cucharada de ese soberbio albaricoque asado con mantequilla dulce y hierba luisa descendió por mi garganta, pensé que sí, que en ese momento había empezado el verano, aunque todavía quedaba una semana para que la estación comenzase oficialmente. Y ni siquiera eché de menos su monumental ensaladilla rusa.
Nota media: 9
Precio medio: 30-40 €
c/ Reina Doña Germana, 4
Valencia
Telf. 960 054 124