Los guisos con los que uno crece en casa se quedan clavados en algún rincón de la memoria, igual que lo hace el aroma a brisa marina de los veranos infinitos de la niñez, el soniquete de las canciones infantiles o la textura de la piel de la abuela con la que pasaste más tiempo. Como la memoria es selectiva y caprichosa, aunque no recuerde lo que hiciste el fin de semana pasado, puede llegar a destripar los ingredientes de ese plato que tan bien cocinaba tu madre aunque ella nunca te enseñara a prepararlo.
Pilar, la dueña del Restaurante Tapas Pámbori, no sabía cocinar hasta hace unos años. Cuando se interesó por recuperar las recetas que sus padres servían en el bar que regentaban en la calle Alzira, el Alzheimer de su madre hizo imposible conocer de primera mano los secretos familiares. Un día, Pilar se metió en la cocina y no salió hasta dar con esos deliciosos platos que preparaban sus progenitores. Buscó un local y el destino o la casualidad quiso que encontrase el lugar perfecto en un pequeño bajo situado frente al lugar que ocupó el bar de Pepet, su padre. Lo arregló y lo decoró con mucho gusto (fue interiorista antes que cocinera) y empezó a servir las mejores gambas al ajillo, herencia de Pepet, de la ciudad.
Tapas Pámbori es una vuelta a los orígenes de cuando las cosas se hacían sin prisas, a fuego lento y con cariño. Ofrece una cocina sincera y sin artificios, donde el mejor producto que haya ese día en el mercado marca el menú. No hay carta. Pilar canta los platos que ha preparado unas horas antes. Imprescindibles son el sepionet con habitas y las gambas al ajillo, hermosos ejemplares de crustáceos que nadan en una piscina de buen aceite y están cocidas en su punto justo. Los sirve tapados con una servilleta de las de antes, de esas que parecen papel de fumar, con ribetes rojos o azules que poblaban el suelo de los bares de toda la vida, cuando la fiebre del ferranadrianismo no lo había arrasado todo.
Su suquet de atún y su bacalo encebollado también merecen ser catados. Hasta a las ensaladas las dota de un estatus especial, riquísima la de solomillo y parmesano, la de gambas o el tomate con ventresca. Los postres siguen la estela del resto de platos. No hay posibilidad de equivocarse. Se pida lo que se pida, saldrá de allí levitando. Sobre todo si una vez acabada la cena, se dedica a charlar un rato con Pilar. Su cercanía y carisma hacen de Pámbori uno de mis restaurantes favoritos.
Nota media: 8,5
Precio medio: 25 – 35 €
Para ir con: cualquiera que aprecie un buen producto y una elaboración sencilla y casera, cualquiera que ame el arroz con acelgas que prepara su abuela o los canelones de su madre, cualquiera al que le guste el fuego lento.
C/ Alcira, 9, Valencia
Telf. 963 440 648