Hay ciertos restaurantes que preferiría que se mantuviesen al margen del mainstream para poder seguir gozando de ellos sin tener que reservar con semanas de antelación o evitar que su popularidad y consiguiente éxito les hiciesen olvidar sus orígenes o subir sus precios. Uno de estos lugares que me gustaría permaneciesen semiocultos es L’Alquimista, un pequeñísimo restaurante italiano situado en la línea que delimita Ruzafa y Cánovas, un local cuya primera visita me causó una impresión tan honda que fue el responsable de que escribiera una de mis primeras críticas gastronómicas en mi otro blog, Viviendo del cuento. Para mí, unos de los tres mejores restaurantes italianos de Valencia.
Desde entonces, hace ya más de tres años y medio, he visitado L’Alquimista con regularidad, por lo que creo que puedo hablar de este local con la autoridad que me confiere el haber repetido en muchas ocasiones y siempre haber salido con idéntica sensación. L’Alquimista ofrece una de las mejores cocinas italianas de la ciudad y a un precio más que sensato. Uno de los encantos del restaurante es que cuenta con solo cinco mesas, por lo que es recomendable siempre reservar. Además de la comida, Nicola, uno de los dueños, está pendiente en todo momento de que no falte de nada.
El comensal puede elegir el menú que ofrecen por 18,50 (bebida aparte) o pedir de carta. Les recomiendo que pidan el menú, que además de variar periódicamente, ofrece la posibilidad de probar algunas de las mejores especialidades del lugar. En nuestra última incursión nos decantamos por esta opción. Comenzamos con una piadina de mortadela de Bolonia y trufa negra, un entrante delicioso que anuncia lo que vendrá a continuación, un pastel de alcachofa y parmesano acompañado de chalotas que estaba de diez. El último entrante fue un tartar vertical de carne de buey y pera al que le sobraba en mi opinión un poco de la confitura de frutos rojos con la que lo habían coronado. La mezcla de salado y dulce, especialmente si es fruta, nunca ha sido santo de mi devoción.
Después de dar cuenta de los tres entrantes en menos de diez minutos, nos sacaron la primera de las tres pastas, pasta e fagioli, una pasta caldosa con alubias, desconocida para mí hasta entonces, y que al parecer es una receta casera italiana de las más tradicionales. Estaba buena, muy buena, aunque es verdad que de noche no apetece demasiado un plato tan contundente. Seguimos con unos ravioli rellenos de requesón y espinacas y cocinados simplemente con un poco de mantequilla, que provocaban que quisieras convertirte en italiano, a pesar de la existencia e Berlusconi, solo para saber preparar este manjar. Hay que decir que toda la pasta que sirven es de elaboración casera 100%. De hecho, también se puede ir simplemente a comprar pasta para prepararla en casa. Nicola nos preguntó si queríamos alguna pasta más y como las tres que nos juntamos somos unas grandes comedoras (en el grupo de Whatsapp nos llamamos ‘Las tres cerditas’), nos lanzamos a probar la última, unos papardelle con ragú de ternera, setas, boletus y rúcola, sencillamente excelente. Nosotras nos plantamos aquí, pero te siguen sacando pasta hasta que digas
A punto de explotar, aún terminamos con el postre, tres trozos de tarta, una de chocolate, otra de queso y almendra y alguna otra que ya no pude ni siquiera probar. Lo más flojo en mi opinión. Además de cervezas y varias copas de vino tinto italiano, Nicola nos dio a probar un licor de jengibre, también casero y buenísimo que fue el colofón perfecto para una gran cena. Pagamos 25 euros por persona. No pude hacer la digestión hasta que pasaron dos días.
Vayan. Merece mucho la pena.
Nota media: 8,5
Para ir con: solo con quien te caiga realmente bien. El resto no se lo merecen.
c/Luis de Santángel 1, Valencia
Telf. 685 201 413
Muy buen lugar !!!! Y un trato estupendo… para veladas especiales … o quizás por ir allí se vuelven especiales…
Otro que me apunto 😉
Este es imprescindible, Marisa. Después de ir,ya ningún italiano te parece suficientemente bueno.
«La mezcla de salado y dulce, especialmente si es fruta, nunca ha sido santo de mi devoción» que pones en el post es exactamente lo que a mi me pasa, y aun teniendo en cuenta lo ‘de moda’ que se ha puesto en los últimos años este concepto.
El restaurante, genial.